miércoles, 22 de abril de 2009

Y es que debes ser precavido si me pongo falda.


Fascinante, como una manta de seda, roja como la negación, cayendo sobre tu piel temerosa y sobre tus mentiras favorables.


Definitivo, como los recuerdos de una persona sana, como la cicatriz del corazón.


Inconcluso, como la desviación galáctica que toma mi deseo al revolcarse con tu nombre en el más oscuro de los sueños inciertos.


Adictivo, como la gravedad de mis movimientos descontrolados y adoctrinados a tus formas, desde un balcón desnudo donde las estrellas son el agua salada en nuestra piel.


Deshecho, como los harapos que quedan en el piso cuando la Luna y el Sol eclipsan toda visión, cuando mi cuerpo se arquea mientras esos dedos presos en el sonido de una guitarra se dispersan sobre las cuerdas de mi espalda.


Terrenal, como la decisión de no alejarme de esta verdad, como el aferramiento a la banalidad de un gemido y la necesidad de sufrimiento que nos envuelve.


Y finalmente, arrogante, como las sensaciones de poder. Como el poder que tienes sobre mí. Como tú.

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